He pecado

por Javier Debarnot
Paco se sacudió las rodillas antes de doblarlas al costado del confesionario, y no bien lo hizo maldijo para adentro por el dolor que sentía en sus articulaciones. Antes de arrancar, se preguntó si ese “su putísima madre” escupido por su mente también debería incluirlo en el listado de pecados. Del otro lado de la ventana, el Padre Julio ya tenía sus dos oídos dispuestos.
-Ave María Purísima –dijo Paco sin ocultar una leve sonrisa irónica, por lo parecida y distinta que era esa frase comparada con la que había pensado dos segundos antes.
-Dime qué has hecho, Paco.
-Uf, antes que nada, mentí bastante.
-¿Y eso?
-Muy simple, pido a los demás que hagan buena letra y me pongo como ejemplo, pero la mayoría de las veces no puedo ser ejemplo de nada. Soy bastante hipócrita. Y me siento horrible diciendo una sarta de mentiras cada semana, hablándole a todo el mundo desde arriba y viendo que además están muy pendientes de mí.
-Pero eso no ocurre siempre, ¿no?
-Casi. Tú lo sabes, Julio, me conoces. Soy una pu… disculpa, soy una mentira andante.
-No te martirices. ¿Qué más has hecho?
-Me he emborrachado. No una ni dos, sino tres veces en un mes.
-¿Se te está dando por empinar el codo?
-Lo raro es que no lo tenga empinado. Me tiento. Después de darles a probar el vino a todos los invitados a la fiesta, veo que la botella está ahí, se han ido todos y al lado tengo esa copa vacía. Una tarde me serví tres o cuatro seguidas de un tirón. Pero fue peor el domingo pasado…
-¿Estabas borracho el domingo pasado? ¡Ya lo decía yo!
-¿Ha sido muy evidente? –preguntó Paco levantando la vista hacia la rendija del confesionario.
-Ahora entiendo las mentiras de tu discurso que me comentaste hace un rato, ahora me cuadran. No hay que creer eso de que los niños y los borrachos dicen siempre la verdad.
-Claro que sí… -por primera vez desde que empezaron la confesión, Paco hizo un largo silencio que cortó lo que venía siendo una charla fluida- ¿Cuánto llevo por ahora?
-¿Cuánto llevas de qué?
-De penitencia, hombre.
-Ah, vale… Por las mentiras y los excesos te tocan siete padrenuestros.
-Espérate que esto recién empieza.
-¿Te emborrachaste por algún motivo en concreto?
-A eso iba casualmente… todo vino por una mujer.
-Hostias. Todo vino no, todo el vino… te has tomado todo el vino por una mujer.
Paco se permitió soltar una carcajada liberadora. Pero la intensidad de esa risa no le sirvió para aflojarle ni un poco la angustia que llevaba hundida en el fondo de su conciencia como un trozo de metal pesado y oxidándose.
-Es peor que eso. Es ley de vida que no te tienes que meter con la hermana de…
-¡Ostras!
-Sí, Julio. No puedo evitar pensar en ella, imaginármela ligera de ropa. El hecho de que no enseñe nada me da más morbo todavía.
-¿De quién estás hablando?
-De Luisa.
-Hombre, es una chavala. Le llevas muchos años.
-Lo sé.
Otra vez, Paco se quedó suspendido en una pausa que, lejos de tranquilizarlo, lo hacía sentirse más culpable, todavía más sucio. Y volvía a pensar en esa mujer y sabía muy bien que, de la forma en que la imaginaba, estaba engrosando más y más el número de faltas. “Por esto me merecería un Rosario casi entero”.
-Luisa te hace perder la cabeza –el Padre Julio le interrumpió sus pensamientos, acaso evitándole que siga pecando con descaro en la mismísima casa de Dios.
-No es sólo ella, es terrible. Si cualquiera de las hermanas…
-¡Ya está bien! Déjalo ahí. Diez avemarías.
-Lo siento, mucho, no volverá a ocurrir.
-Por el bien de todos, Paco, debes centrar cabeza. ¿Hay más?
-¿Hace falta?
-Creo que no. Di lo tuyo…
Paco empezó con el “Pésame, Dios mío, y me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido…” mientras Julio le hacía el acto de absolución de sus pecados. Un minuto después, y dando por concluida la confesión, los dos hombres se incorporaron de sus sitios. El sacerdote abrió la puerta del cubículo de madera y palmeó amistosamente al otro.
-Venga, Paco, ahora te toca escucharme a mí.
Entonces, después de sacudirse las rodillas y volver a quejarse por la precariedad de sus tendones, Paco se acomodó la sotana y se metió en el confesionario dispuesto a oír los pecados de Julio.


Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Me gustó lo de "Cuanto llevo?" como si fuera un sismógrafo... se ve que de esto sabés "la de Dios".

Abrazo.

Martín
Anónimo ha dicho que…
Je jé!!! Buen reflejo del “pragmatismo” de la mente humana cuando ha de aligerar la culpa por acciones o sentimientos indebidos!

Las personas que no pueden aligerar y que cargan siempre “en ocasiones podrían aprender de esta praxis” ;-)

Mari Carmen

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