De regreso a octubre
por Javier Debarnot Hace 14 años me tatué a octubre en el hombro. No estaba relacionado al mes, de hecho me lo hice el 1 de noviembre, y era para homenajear al mejor disco de mi banda de rock favorita. Pero hoy, que ha pasado tanto tiempo, lo veo como una premonición: un octubre de 2006 fue el mes que cambió mi vida para siempre. Cada octubre tengo una sensación extraña en el estómago, de esas que ni se explican ni se entienden, y algún día del mes caigo, cuento y aterrizo. Ya conté hasta ocho, porque pasaron ocho años desde mi entrada a España. Al advertir el acontecimiento, comprendo la presencia de esos aleteos internos que me invaden en esta época y que son los que intentan comunicarle a mi razón que mi alma quiere gritar y llamar la atención en cada aniversario. Cada octubre, una parte de mis sentimientos se ve afectada por una ausencia que se extiende en el tiempo y que nació desde que me fui, porque ya llevo casi una década huérfano de patria. Las consecuencias de ha