Todo, pero todo es posible
por Javier Debarnot Ella despertó aquella mañana con ganas de vivir, muchísimas ganas. Con un gran deseo de sentirse en el cénit de su plácida pero silenciosa existencia, de hacerse notar aún a costa de romper en pedazos la tranquilidad de todos los que se hacían un hueco en su mundo. Tantas veces se la había nombrado en vano, tanto se había especulado con ella, que ya quería hacer algo de verdad para que vieran que sí, que aquello que se decía era cierto. Que podía serlo. El problema era que, tratándose de ella, su decisión de salir del letargo iba a causar revuelo, desconcierto, temores, dudas y finalmente certezas de profecías apocalípticas que quizás estarían empezando a cumplirse. Pero qué más daba, ella sintió que debía reaccionar y demostrarle a los hombres que la leyenda era real; y su acción, una confirmación atroz y descarada. Para que aprendan. Las casas empezaron a tiritar cuando ella comenzó a desperezarse. Sus bostezos nacían como brisas pero enseguida c