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Mostrando entradas de mayo, 2013

Todo, pero todo es posible

por Javier Debarnot      Ella despertó aquella mañana con ganas de vivir, muchísimas ganas. Con un gran deseo de sentirse en el cénit de su plácida pero silenciosa existencia, de hacerse notar aún a costa de romper en pedazos la tranquilidad de todos los que se hacían un hueco en su mundo. Tantas veces se la había nombrado en vano, tanto se había especulado con ella, que ya quería hacer algo de verdad para que vieran que sí, que aquello que se decía era cierto. Que podía serlo. El problema era que, tratándose de ella, su decisión de salir del letargo iba a causar revuelo, desconcierto, temores, dudas y finalmente certezas de profecías apocalípticas que quizás estarían empezando a cumplirse. Pero qué más daba, ella sintió que debía reaccionar y demostrarle a los hombres que la leyenda era real; y su acción, una confirmación atroz y descarada. Para que aprendan.      Las casas empezaron a tiritar cuando ella comenzó a desperezarse. Sus bostezos nacían como brisas pero enseguida c

La parábola de los buenos y borrachos samaritanos

por Javier Debarnot      Cuántas anécdotas podrían escribirse sobre las cenas de fin de año de las empresas. Cuántas historias deben haber nacido sólo con mezclar algunos ingredientes como jefes relajados, secretarias de oferta dos por uno o compañeros infumables a granel. De esa conjunción pueden resultar los menús más variopintos, con grandes posibilidades de indigestión si además se acompañan con unas buenas dosis de alcohol. Esta historia no contempla exactamente todos los ítems del listado, pero sí alcohol, muchísimo alcohol. Y como protagonistas fundamentales de ese cóctel, un trago formado por Laura, Facundo, y yo.      Los hechos comenzaron cuando Facu y yo fijamos un punto de encuentro para juntarnos antes de llegar a la fiesta, faltando aún media hora para el comienzo oficial de la fiesta de la agencia de publicidad donde trabajábamos. Se iba a celebrar el final de 2005 con cena y baile y se brindaría por un mejor 2006 y bla, bla, bla. Quedamos en una esquina

Las frías agujas

por Javier Debarnot      Las agujas habían campado a sus anchas durante todo el día, pero a partir de un instante, quién sabe si se trató de un tic o de un tac, iban a acelerarse inexorablemente y empezar a martillear sobre la cabeza de Ángel cada vez con más velocidad, a cada segundo menos piadosas, más traicioneras, menos complacientes. Más abusivas. Su ritmo marcaría la pauta del ánimo de Ángel hasta llevarlo al suelo, pisotearlo y abusarse de él. Ellas mismas, las agujas del reloj del salón que bien podrían haber sido las de la habitación o las de la cocina, cumplirían con su cruel sentencia de, a partir de ese preciso momento, indicarle al joven que ya había llegado la hora. Su hora.      La visión de las agujas llegaba impiadosa desde las alturas, escrutada por los ojos de Ángel que ya no podían contemplar otra cosa, negándosele la proyección del resto de los elementos de su mundo, aquellos que rodeaban al reloj como si su visión real fuera la de un cuadro en donde sólo se def