Un mundo mejor
por Javier Debarnot El meteorito, de un tamaño que cubriría la superficie total de Australia, avanzaba a miles de kilómetros por hora en dirección certera e inmodificable hacia la Tierra. Cuando los más equipados y preparados científicos lo vieron venir, ya era demasiado tarde. No habría más que un par de semanas para decidir y actuar, y la única salida que vislumbraron factible era el éxodo. Huir antes de que todo lo que existía en el planeta tal como lo conocían dejara de hacerlo en un puñado de segundos. Nada iba a quedar en pie de producirse el impacto del meteorito y, descartando cualquier posibilidad de destruirlo antes de que llegara, las mentes más iluminadas concluyeron que no había otra escapatoria que, precisamente, la escapatoria. Por las características de urgencia y elevado costo de la huída, no todos iban a formar parte de ese plan de evacuación, sino más bien algunos privilegiados. Sólo los que tuvieran varios ceros a la derecha en sus cuentas bancar