He pecado
por Javier Debarnot Paco se sacudió las rodillas antes de doblarlas al costado del confesionario, y no bien lo hizo maldijo para adentro por el dolor que sentía en sus articulaciones. Antes de arrancar, se preguntó si ese “su putísima madre” escupido por su mente también debería incluirlo en el listado de pecados. Del otro lado de la ventana, el Padre Julio ya tenía sus dos oídos dispuestos. -Ave María Purísima –dijo Paco sin ocultar una leve sonrisa irónica, por lo parecida y distinta que era esa frase comparada con la que había pensado dos segundos antes. -Dime qué has hecho, Paco. -Uf, antes que nada, mentí bastante. -¿Y eso? -Muy simple, pido a los demás que hagan buena letra y me pongo como ejemplo, pero la mayoría de las veces no puedo ser ejemplo de nada. Soy bastante hipócrita. Y me siento horrible diciendo una sarta de mentiras cada semana, hablándole a todo el mundo desde arriba y viendo que además están muy pendientes de mí. -Pero eso no ocurre siempre, ¿no?