A través del cristal
por Javier Debarnot Cuando bajan el interruptor de la luz principal, se hace la oscuridad y yo ensayo una mueca que nadie ve para darle una cálida bienvenida a la negrura, y que consiste en sacar la lengua en un movimiento eléctrico y repentino. Para mí -y supongo que para la mayoría de mis compañeros y compañeras de celda- empieza el mejor momento de la jornada que casi siempre es la noche. Todos volvemos a ser naturales, olvidamos la parte del show que a cada uno le toca y, por fin después de larguísimas horas, nos relajamos para vivir la vida de la forma en que merecemos vivirla, sin miles de miradas molestas que a fuerza de repeticiones pareciera que nos van perforando la piel poco a poco, lenta pero cansinamente. ¿A quién le gusta ser observado por un gigantesco enjambre de ojos? Que yo sepa, ninguno de nosotros llenó una planilla para entrar en una especie de Gran Hermano. Es en estas horas, que por desgracia pasan rápido, cuando le doy mil vueltas a las cosas mientr