Vida de perros
por Javier Debarnot El suelo de por sí estaba helado, pero era lo de menos para Evelyn entre la incertidumbre y el miedo que le provocaban dormir cada noche en la cocina. A pesar de todo aquello, la chica no se sobresaltó al sentir unos lengüetazos aún más fríos estampándose en sus pies descalzos. Se trataba de Ralph, el labrador de la familia, acercándole un hueso de pollo que apenas había tocado. En plena oscuridad, a Evelyn le brillaron los ojos de emoción por el generoso obsequio de la mascota. Ocurría que, en esa casa, al perro lo alimentaban mucho mejor que a ella. Evelyn era empleada doméstica en el hogar de los Li, un matrimonio chino sin hijos afincado en un barrio céntrico de Hong-Kong. Oriunda de Filipinas, la joven era una de las tantas que huían de su tierra en búsqueda de unas migajas para sobrevivir, aunque más no sea estando lejos de sus seres queridos. Había dejado a su marido enfermo y a dos hijos pequeños con la esperanza de encontrar en China un empleo