Vendetta rusa
por Javier Debarnot Víktor maldijo en su armenio natal al notar que llevaba puesta su chaqueta blanca. No era la primera vez que elegía un color inadecuado para hacer su trabajo. El problema, en aquellos casos, era que al salpicarse algunas gotas de sangre éstas quedaban evidentes en su ropa clara. Pero no había tiempo ni para cambios de vestuario ni de planes. Yendo en búsqueda de su víctima, Víktor paró un taxi. -Buenas noches, hombre, ¿adónde lo llevo? –le preguntó el taxista. -A la Travessera de Les Corts y Carles III –dijo Víktor acomodándose en el asiento. -Muy bien. Como soy nuevo en la ciudad le pido que me avise si ve que me estoy perdiendo. -Je –sonrió Víktor con cierta nostalgia-. Si mi madre en Armenia me hubiera avisado que me estaba perdiendo, hoy no estaría haciendo esto… -concluyó sacando un revólver del interior de su abrigo. A través del espejo retrovisor, al taxista se le heló la sangre. -Tranquilo, si quiere el coche y