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Mostrando entradas de febrero, 2014

Vendetta rusa

por Javier Debarnot       Víktor maldijo en su armenio natal al notar que llevaba puesta su chaqueta blanca. No era la primera vez que elegía un color inadecuado para hacer su trabajo. El problema, en aquellos casos, era que al salpicarse algunas gotas de sangre éstas quedaban evidentes en su ropa clara. Pero no había tiempo ni para cambios de vestuario ni de planes. Yendo en búsqueda de su víctima, Víktor paró un taxi.        -Buenas noches, hombre, ¿adónde lo llevo? –le preguntó el taxista.        -A la Travessera de Les Corts y Carles III –dijo Víktor acomodándose en el asiento.      -Muy bien. Como soy nuevo en la ciudad le pido que me avise si ve que me estoy perdiendo.       -Je –sonrió Víktor con cierta nostalgia-. Si mi madre en Armenia me hubiera avisado que me estaba perdiendo, hoy no estaría haciendo esto… -concluyó sacando un revólver del interior de su abrigo.       A través del espejo retrovisor, al taxista se le heló la sangre.     -Tranquilo, si quiere el coche y

Siempre el mismo cuento

por Javier Debarnot      Estamos hartas, qué digo hartas: hastiadas, preocupadas, furiosas y más. Del listón de sentimientos oscuros que se ciernen amenazantes y enjundiosos sobre este mundo, los sentimos todos e incluso nos inventaríamos algunos más. Hartas. Hartas de esta situación que desde quién sabe cuándo es nuestra maldición y nuestro castigo y no sabemos por qué.       Qué hemos hecho. A quién incomodamos tanto en esta vida o acaso en alguna anterior. Por qué. Por qué se han cebado tanto con nosotras, por qué tanta saña, tanta persecución, tanta matanza absurda y tantas ganas de despedazarnos, calcinarnos, hervirnos, masticarnos, devorarnos, eructarnos. ¿No hay acaso otras especies? ¿No existen otras formas de festejo o de regocijo que no nos incluyan?       Las pocas que venimos subsistiendo a esta masacre, lo hacemos preguntándonos cada día si alguna vez van a intervenir y frenar todo esto los que se dicen defensores de los derechos de los más débiles, entre los que deberí