Doble vida
por Javier Debarnot Rafa Santillán podía contarte cómo Máxima Zorreguieta había llegado a ser Reina de Holanda, por qué renunció Chacho Álvarez a la vicepresidencia, y quién había matado a JFK. Con lujo de detalles. Y todo esto te lo decía sin pestañear, fulminándote con sus diminutos ojos y con una seguridad abismal como para que te creyeras que él había estado ahí, en una fiesta en Sevilla, en un despacho de la Casa Rosada o escondido en un armario cerca de un francotirador. Rafa te batía la justa, te desembuchaba la última primicia y, si tenías tiempo, también te explicaba el mundo. Con el primer café de la mañana, Rafa pispiaba los titulares del diario que ponían a disposición de los clientes. Él nunca iba a comprarlo, porque “sólo los giles le dan guita a esos vendedores de pescado podrido”. Ese martes, como no había otros comensales a su alrededor, tenía que vociferar un poco más alto de lo habitual para que lo oyeran los dos o tres que estaban en la barra.