Ojos que ven
por Javier Debarnot A Sergi no le importa nada ni nadie, aunque mejor dicho, sólo le interesan el dinero o las personas que le ayuden a juntarlo. Tampoco es un tipo que cultive su aspecto espiritual sino más bien todo lo contrario. Su premisa es que tenemos una única vida y lo demás son tonterías, o al menos eso pensaba hasta aquel encuentro que le dio vuelta todo. Un día antes, está revolviendo un cajón buscando la documentación de una de las decenas de propiedades que tiene en su haber, cuando lo interrumpe una llamada telefónica. Nerea, su secretaria, le avisa que quieren pedirle una reunión los inquilinos de un piso suyo. Al confirmarle de que se trata de la familia que las autoridades están a punto de desahuciar por falta de pago, la respuesta de Sergi no admite más explicaciones: que se vayan a la mierda. -Que no me moleste ni Cristo hasta después de comer. Nerea sabe que una nueva interrupción puede enfurecer a su jefe hasta el extremo de tener que soportar una