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Mostrando entradas de julio, 2008

Lo mucho que hubieran hecho

por Javier Debarnot       La venda le apretaba los ojos y se extendía casi hasta la punta de su nariz. Apenas liberados sus orificios nasales, Juan podía percibir el hedor que despedía ese paño negro, mezcla de su propia mugre, sangre y transpiración. Ya había perdido toda noción de tiempo y espacio, sin diferenciar el día, la noche, la celda o el cuarto de interrogatorio.         Juan terminaría de estudiar la carrera de Bellas Artes, pero no lo haría en los seis años originales sino que tardaría casi ocho. Promediando el ´82 tendría una crisis vocacional y se iría junto a Julieta, su novia desde los diecisiete, de mochilero al sur de Argentina. Conocería El Bolsón, Lago Puelo, San Martín de los Andes, y concebirían a su primera hija en un camping de la Colonia Suiza en Bariloche, tras una acaramelada noche mezcla de fogón, guitarra y piscos. A su regreso de aquel viaje que se extendería por once meses en lugar de los tres planeados, Juan volvería a la Facultad y afianzaría su amista

Los cinco mares

por Javier Debarnot      El mar siempre tuvo algo para mí. Atracción, misterio, algo. Pero desde que tengo uso de razón, me recuerdo muchísimas veces perdiendo mi mirada en el horizonte, mar de por medio. Por eso no me resulta extraño que muchos de los sucesos más importantes de mi vida los haya ido a buscar cruzando un océano.        Un gélido mediodía de enero de 2002, el aeropuerto de "El Prat" me recibió con la calidez que no iba a encontrar en las afueras del mismo, habiendo dejado atrás quince horas de vuelo desde Buenos Aires con tediosa escala en Madrid incluida. Tenía apenas un par de valijas en las cuales algunos objetos iban a brillar por su ausencia: la noche previa al viaje, una borrachera motivaría que al otro día olvidara empacar la máquina de afeitar, el pijama y algunos otros elementos tan vitales para el turista. Lo que no me faltaba era la ilusión de estar llegando a una ciudad donde me iban a pasar cosas. Pero de todas maneras, ni me imaginaba que

El nudo en la garganta

Por Javier Debarnot      No era una entrevista de trabajo común y corriente. No lo iba a ser por las formas ni por el contenido. Y ya era novedosa por el formato: yo, dos de mis mejores amigos y el cuñado de uno de ellos (en adelante, el "gancho") nos presentábamos ante el supuesto gerente de una supuesta empresa (de aquí en más, el "supremo"). Todos juntos en una oficinita de dos por dos (desde ahora, el "sucucho").        Era febrero en Buenos Aires y hacía un calor hostil para Nico, para Edu y para mí, todos trajeados, resultándonos tortuoso lidiar entre la corbata y el clima. Llegamos temprano a un diminuto despacho céntrico y tuvimos que esperar unos minutos. La idea era dejar de engrosar el índice de desempleados, y para eso íbamos a ver a un conocido del “gancho” que nos tentaría con un trabajo único: excelente sueldo, increíbles comisiones, posibilidad de viajes y ambiente distendido. Sin dudas, el paraíso para tres jóvenes de veintitrés años. Y m