Los ojos del alma
por Javier Debarnot Aldana nunca fue una niña de seis años parecida a la mayoría de las niñas de seis años. Desde que empezaba a enfocar sus ojos a los pocos meses de nacer, ya se veía que su mirada apuntaba a otros sitios. Pero sus familiares y amigos, aun conociendo las rarezas que Aldana traía consigo desde la cuna, jamás hubiesen imaginado lo que, ya comprobado fehacientemente, llevaba adentro esa niña tan especial. Empezó a caminar de una manera precoz, a sus nueve meses de vida. Pareció incluso que hubiera podido hacerlo antes: su imposibilidad residía en que, hasta el momento de dar sus primeros pasos, sus pies no tenían la fuerza necesaria para sostener al resto de su cuerpo, pero se notaba a la legua que Aldana sí contaba con la motricidad adecuada, como si hubiese llegado al mundo con esa capacidad ya aprehendida. Esa, la de caminar, y tantas otras. Al ver de tanto en tanto algún álbum de fotos, solía quedar eclipsada por imágenes antiguas, todavía en blanco y n