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Mostrando entradas de noviembre, 2012

¡Al agua!

por Javier Debarnot      Algunas personas adultas, y quizás la mayoría de la gente mayor, suele sentarse primero en el borde, mete el dedo gordo del pie en la pileta -piscina, para mis amigos españoles-, comprueba la temperatura, y después inicia, parsimoniosa y trabajosamente, un lento descenso de todo el cuerpo hasta acabar con el agua al cuello. Yo no podría rendirme a ese pacífico ritual, más que nada porque si llegara a notar que el elemento esencial está muy frío, mandaría todo al diablo y enfilaría de vuelta al vestuario. Por lo tanto, soy de los que se tiran de cabeza. De una. Y que sea lo que sea.      Allá vamos, a cumplir con mis cien piletas de rigor. Empieza bien la rutina porque estoy solo en mi carril. Es inmensa la satisfacción de contar con esos veinticinco metros de largo por dos de ancho, una extensión que ya querría para un departamento de dos ambientes. Mi cuerpo de metro ochenta y ocho necesita espacio, porque mis brazadas, largas y a en ocasiones torpes