El cielo de Tincho
por Javier Debarnot
Basado en hechos reales
Desde arriba de las nubes se veía todo borroso, pero una magia o un “no sé qué” permitía que el objetivo de los ángeles se divisara bien claro, tan cristalino y puro como su alma, la del joven que paseaba con su perro cerca de las vías del tren. No sabía que pronto iba a saltar de un mundo a otro.
-Ahí va Martín.
-¿Martín, “el arquitecto”?
-Sí, él nos regaló este caparazón de tortuga donde estamos sentados ahora mismo.
Martín, unos meses atrás, había empezado a desarrollar una afición muy particular y genial, sólo apta para elegidos. Al mirar hacia el cielo, las formas de las nubes despertaban su imaginación e impulsaban a su mano artista para transformarlas.
Los cielos de Martín no presagiaban ni probabilidades de lluvia ni visibilidad variada. Sus cielos estaban llenos de dinosaurios, de gallinas, de filósofos griegos con barba, y él, sin saberlo, con esa brillante idea estaba haciendo dos cosas a la vez: regalarle divertidos modelos a los ángeles, y preparar el terreno para construir su propia casa.
-¿Seguro que le toca a él? –preguntó uno de los ángeles pasando su dedo con parsimonia por uno de los surcos del caparazón de la nube-tortuga.
-Eso no lo decidimos nosotros.
-Pero es un pibe que ama la vida.
-Justamente por eso –el ángel se rascó un ala-. Los que más aman la vida son los que mejor preparados están para subir a otro nivel.
-Y Martín cumple los requisitos.
-Y claro que los cumple. La gente que se vive quejando y “padeciendo” la vida se piensa que encontrará algo mejor en otro lado, pero no. Son los que la disfrutan, como Martín, los que podrán seguir haciendo magia desde otro lugar, porque "la magia está en la cinta" -como él decía- y también en el cielo.
-Pero hay una cosa que no entiendo… Habiendo tanta gente despreciable, ¿por qué él? Es un mal ejemplo que los que se vayan sean como Martín, pareciera como que los buenos son los que pierden.
-Todo lo contrario. El problema lo seguirán teniendo allá abajo mientras sigan sin entender que simplemente “somos seres espirituales atravesando una experiencia humana”. Acá estamos formando un gran equipo y…
-…sí, supongo que Martín será un fichaje estrella.
-Veo que aprendés rápido.
Rápido, lo que se dice rápido, era la manera en la que se hacía querer Martín. Sin proponérselo, siendo un chico sencillo, regalando sus ideas, anécdotas, sonrisas o simplemente tiempo. Ciudadano del mundo, orgulloso de su Haedo natal pero dispuesto cada día a abrir su mente y conocer otras culturas y otros cielos. Y sobre todo perderse, perderse sin la más mínima intención de encontrar la salida, en los ojos de una chica madrileña que empezó a ser su compañera de viaje, de un viaje al que ambos creían que le quedaban miles de estaciones para bajar en ellas y descubrir sus bellos misterios.
-¿Y por qué? ¿Por qué tiene que acabarse ese viaje ahora? –el ángel más sensible insistía en ahondar su pena, porque no quería resignarse a aceptar el inevitable destino de Martín.
-No se acaba. Nunca se acabará el viaje. Martín seguirá con ella en otros planos.
-¿Ella tendrá fuerzas?
-Le costará al principio, pero luego se hará más fuerte. Martín va a ayudarla, porque ella sabe que él estará acompañándola siempre.
Desde su nube, los ángeles siguieron enfocando una estación de trenes de Madrid, atentos a los pasos de Martín que a su vez seguía tras las huellas de su perro. A cientos de metros de allí, un maquinista no imaginaba que su domingo no iba a ser un domingo más, ni que en sus manos estaba el billete que conduciría a Martín a sus nubes y a su Cielo.
Entonces algo se salió del libreto, pero no del libreto de los ángeles -ellos ya tenían la escena estudiada y era como si en ese momento la estuvieran viendo en diferido-. La mascota de Martín hizo una jugada sorpresiva y fue hacia el peligro sin saberlo. Y ahí fue cuando las alas aún invisibles de su dueño lo llevaron casi volando detrás del animal.
-¡Está ayudando a su perro! ¿Hay algo más noble que eso? ¡No es justo, esto no es justo!
-No se trata de justicia, mi querido amigo, y no es porque esté ayudando al perro.
-No te entiendo.
-Martín es un ser especial y hace rato que fue convocado a esta especie de Liga Extraordinaria. Si no es este tren, será algo más adelante, pero lo necesitan mucho para que siga convidando su magia desde aquí arriba.
-Pero una locomotora…
-No va sufrir nada. Ni se dará cuenta.
El tren hizo lo que estaba escrito en su hoja de ruta de esa mañana invernal. Era su ley de vida apartar a Martín del mundo terrenal. Arrancarlo rápido y sin dolor, como bien lo sabía uno de los ángeles, que fue el encargado de recibirlo justo en una de las nubes que Martín había dibujado cuando todavía era un hombre mortal.
-Podés sentirte como en tu casa –el ángel le guiñó un ojo al recién llegado y le palmeó la espalda, mientras apuntaba su mirada al gorro de aviador de la tortuga que Martín había creado poco tiempo atrás.
Cuentan que desde ese día Martín, o Tincho para sus más amigos, cambió el ángulo de su magia. Ya no mira hacia arriba buscando inspiración en el cielo, porque ahora nos observa a todos desde allí y sólo piensa en ponerse a dibujar los sueños de sus seres más queridos, que son muchos, que lo extrañan y lo seguirán extrañando, porque eso es lo que ocurre cuando una persona nace con la virtud de encandilar, y la va alimentando con hechos durante toda su vida como lo hizo Martín.
Ahora él dejó envuelto en las nubes un último regalo “terrestre” para su gente: ya nadie verá en el cielo ni probabilidades de lluvia ni atardeceres tristes, porque entre tortugas, dinosaurios y filósofos griegos con barba, siempre lo encontrarán a él. A Martín “el arquitecto de las nubes”, o simplemente a un hombre bueno del universo que, de tanto en tanto, se nos obsequia para que comparta un tiempo ínfimo con nosotros. Y aunque nos hubiera encantado tenerlo mucho más, ese tiempo fue el suficiente para que todos hayamos aprendido algo maravilloso de él.
Ahora él dejó envuelto en las nubes un último regalo “terrestre” para su gente: ya nadie verá en el cielo ni probabilidades de lluvia ni atardeceres tristes, porque entre tortugas, dinosaurios y filósofos griegos con barba, siempre lo encontrarán a él. A Martín “el arquitecto de las nubes”, o simplemente a un hombre bueno del universo que, de tanto en tanto, se nos obsequia para que comparta un tiempo ínfimo con nosotros. Y aunque nos hubiera encantado tenerlo mucho más, ese tiempo fue el suficiente para que todos hayamos aprendido algo maravilloso de él.
Comentarios
CW
Siempre me inspiran tus escritos!
La Negra
Que las cosas sigan siempre así igual de conectadas! Que el superhéroe Tincho sea siempre vuestro particular guardián inspirador...
Abrazo grande,
Mari Carmen