Siempre el mismo cuento
por Javier Debarnot
Estamos hartas, qué digo hartas: hastiadas, preocupadas, furiosas y más. Del listón de sentimientos oscuros que se ciernen amenazantes y enjundiosos sobre este mundo, los sentimos todos e incluso nos inventaríamos algunos más. Hartas. Hartas de esta situación que desde quién sabe cuándo es nuestra maldición y nuestro castigo y no sabemos por qué.
Qué hemos hecho. A quién incomodamos tanto en esta vida o acaso en alguna anterior. Por qué. Por qué se han cebado tanto con nosotras, por qué tanta saña, tanta persecución, tanta matanza absurda y tantas ganas de despedazarnos, calcinarnos, hervirnos, masticarnos, devorarnos, eructarnos. ¿No hay acaso otras especies? ¿No existen otras formas de festejo o de regocijo que no nos incluyan?
Las pocas que venimos subsistiendo a esta masacre, lo hacemos preguntándonos cada día si alguna vez van a intervenir y frenar todo esto los que se dicen defensores de los derechos de los más débiles, entre los que deberían incluirnos. ¿Acaso esto va a seguir hasta que nos hagan desaparecer del mapa? Han trastocado nuestra alma sacando lo peor de nosotras. No nos dejan otra opción.
Deseamos que los asesinos sigan matando, que los enfermos terminales continúen postrados hasta el final de sus días, que los amores imposibles jamás sean hallados y que los amigos inseparables acaben separándose para siempre.
¿Somos crueles? Tal vez, pero nos han empujado a eso. No somos felices y hemos emprendido una cruzada particular para que nadie lo sea. Así, y sólo así, dejarán de comernos a nosotras, las perdices.
Comentarios
Mari
Creo que por mal que lea pese, seguiran estando al final de nuestros cuentos.
Cw
Martín
Muy buena historia Javier.