No te excedas con las copas
por Javier Debarnot Recibir un amigo que viene desde el otro lado del charco es siempre un motivo de inmensa alegría. Los primeros minutos son un torbellino de anécdotas de allí y de acá, frases desordenadas y risa fácil celebrando el reencuentro. Ayer, una vez agotada la emoción de habernos visto con Nacho, de repente él se acordó de que tenía algo para darme. -No sabés, Javi, me encontré con Alejo y mirá lo que te manda – me soltó mientras me pasaba un pequeño bulto extraído de un bolsillo lateral de su mochila. Sonreí pensando en aquel viejo amigo de la facultad e imaginé que me estaba obsequiando ese trofeo que habíamos ganado juntos en un concurso de creatividad. Pero cuando tuve el paquete entre mis dedos, lo sopesé y reaccioné. Primero: era demasiado pesado como para tratarse de una diminuta copa de metal; segundo: Nacho no tenía ninguna relación con mis compañeros de la carrera de Publicidad; y tercero y garrafal: ahí caí que yo conocía a otro Alejo