Agua, fiesta
por Javier Debarnot -¿Está empezando a llover? -¡Estaba anunciado! -Sí, ¿pero justo ahora? Tenía razón mi circunstancial compañero de cancha. El servicio meteorológico, siempre tan aguafiestas, venía anticipando que justo a la hora en que comenzara la final se largaría una lluvia de aquellas. Pero uno siempre tiene la esperanza de que el pronóstico le erre fiero, ese de índole climático y también aquel que presagiaba que era imposible conseguir entradas para ese partido, el más importante en las últimas décadas para el club de mis amores. Estando todavía en Barcelona, empecé a mover varios hilos –hilos tecnológicos, los guasaps y mesenyers de turno- para ver si algún buen samaritano desde Buenos Aires me conseguía un sitio para el partido definitorio de la Copa más importante de América. -¿Cuántas entradas querés? Cuando leía esa respuesta-pregunta de mi amigo Ale, me ilusioné a lo grande porque creí que la posibilidad no sólo era cierta, sino que además po